Juego: Dreamraiders
Fecha: 6-11-2014
Pjs: Frank Riconda (Manu), Dr.
Von Aachen (Raúl), Samuel Chasegate (Jacobo)
Los gangsters no pagan la cuenta
Los pjs han sido
contratados por un vengativo joyero judío, Angel Skimmer (cuyo verdadero nombre
es Angelino Scioperi). La esposa del capo de los gangsters de L.A., Gregor
Tesaloniko, se llevó un collar de perlas de su joyería prometiendo pagarlo más
tarde, y ese cobro nunca llegó. El joyero consideró prudente no reclamar su
dinero entonces, pero las cosas cambiaron cuando se descubrió que Gregor
Tesaloniko defraudaba sus impuestos. Pronto fue puesto en búsqueda y captura, y
el FBI comenzó a rastrear Los Ángeles para dar con él.
El joyero se temía que
el FBI incautara el collar como una prueba más para el juicio del capo mafioso,
y no quería tener su mercancía incautada tanto tiempo. Así contactó con la
agencia de detectives oníricos Riconda,
Jadgea & Chasegate para que le encontraran el collar antes de que el
FBI se hiciera con él. Hark Jadgea (pj de Pablo) se hallaba de vacaciones en
ese momento, con lo cual los detectives oníricos tuvieron que recurrir a un
colaborador ocasional de la agencia, el Dr. Von Aachen, psicólogo onírico de
origen vienés. Para dar con el collar no había más remedio que encontrar al
mafioso y su familia. Y eso les iba a traer problemas.
La Casa siempre gana
Los pjs comienzan a desplegar toda su actividad para
localizar al mafioso huido y su esposa, a la que presuponen con el valioso
collar de perlas. Riconda utiliza sus contactos con las altas esferas para
entrevistarse con un exconcejal acusado de corrupción que tenía motivos para
odiar a Tesaloniko y su esposa, ya que no lo habían apoyado para su carrera
hacia la alcaldía de la ciudad. El anterior servidor público desvela al
detective que el capo sigue en la ciudad, oculto. Samuel Chasegate utiliza sus dotes de seducción en la peluquería de alta
sociedad a la que era asidua Mary Tesaloniko, interrogando con sutileza a la
joven peluquera a cargo de la tienda. La peluquera le desvela que Mary ha solicitado los servicios de su
peluquera de confianza, y que se encuentra en un casino ilegal en la ciudad. El
psicólogo onírico vienés logra finalmente dar con la dirección exacta del
casino, al rastrear por teléfono en el pueblo de Arkansas de donde era
originaria Mary. Allí el párroco local le anuncia ingenuamente que Mary
próximamente volverá al pueblo, y le facilita la dirección donde se encuentra
en la actualidad.
Es cerca de las diez de la noche cuando
los pjs deciden entrar en el casino ilegal para recabar más pistas y elaborar
un buen perfil psicológico de Mary o de Gregor Tesaloniko antes de buscar el
paradero del collar en el mundo de los sueños. El doctor von Aachen entra en el
casino sin mayores problemas entregando una generosa suma de dólares al matón
de la puerta, y pronto se sienta en una mesa de póker, recordando sus días en
los cenáculos de juego de Viena. Enseguida logra hacerse con la mesa en la que
juega, y es invitado a pasar a la sala donde tienen lugar las más altas
apuestas. Entra escoltado por una avispada prostituta que también quiere
compartir su éxito, animado por la esperanza de encontrar allí alguna pista.
Riconda y Chasegate también entran en el
local ilegal como clientes. Chasegate conocía al portero de sus días en la
brigada onírica de homicidios de la policía de L.A., cuando solía frecuentar
tugurios como aquel para conseguir pistas o bien para gastar su dinero y gastar
tiempo aplazando su vuelta a casa, donde una desconsolada prometida poco a poco
iba endureciendo su corazón hasta dejarlo con una triste nota. Dentro del
casino, los detectives observan que el piso superior parece estar reservado
para la vivienda de personalidades importantes. ¿Gregor Tesaloniko y su
familia? Chasegate intenta distraer a un sicario armado mientras Riconda,
disfrazado a medias de camarero, intenta subir por las escaleras sin llamar la
atención. Después de unos momentos de tensión, Riconda logra esquivar al
sicario y sube al piso superior. Allí, camina silenciosamente por un oscuro
pasillo hacia una habitación con la puerta entreabierta, cuando escucha cómo la
policía irrumpe en el local en una redada buscando a Tesaloniko. Se escuchan
disparos, y Chasegate logra reducir a uno de los sicarios armados antes de que
logre herir mortalmente a alguno de sus anteriores compañeros. El tiempo se le
acaba a Riconda, que entra en la habitación, el despacho de Tesaloniko a todas
luces, donde la ventana está abierta.
El italoamericano deja caer su bandeja en un
gesto de rabia dando por sentado que el mafioso ha huido. Pero cuando la puerta
se cierra de golpe a sus espaldas y se gira, mira cómo Gregor Tesaloniko lo
encañona. Tiene tiempo de matarlo y huir. Pero no lo hace. Tira su arma y se
entrega. En pocos minutos, los pjs observan cómo la policía vacía el local y se
lleva detenidos a Gregor, su mujer y su hijo de apenas cinco años, entre otros
muchos clientes del casino ilegal. A medianoche, el joyero italiano llama muy
enfadado a los pjs: el collar no ha aparecido, y solo es cuestión de tiempo que
lo incaute el FBI. Tienen hasta el amanecer. Chasegate conduce hasta el casino
ilegal y encuentra una caja fuerte oculta, donde asume que debe encontrarse el
collar. Está convencido de que a la mañana siguiente el FBI la encontrará y se
hará con lo que contiene. Los pjs se aprestan para viajar al mundo de los
sueños.
El camino más corto al
Olimpo
Los pjs viajan al plano onírico sin mayores problemas,
entrando en la mente de Gregor Tesaloniko. Se trata de un acto ilegal, amén de
peligroso, pero los detectives y el psicólogo onírico no se arredran
fácilmente. Aparecen en un ambiente caluroso y soleado, en franco contraste con
la noche lluviosa de L.A. Unos granjeros ataviados con ropajes propios de la
Grecia clásica se afanan en arar un campo cercano. En la lejanía, los pjs
alcanzan a ver un portentoso edificio clásico sobre una montaña. Se trata del
Olimpo. Los detectives enseguida llegan a la conclusión de que Gregor debe
estar allí, y con él, la combinación secreta de su caja fuerte.
El sol cae a plomo mientras el doctor
germano se concentra y se transforma en un dignatario de Corinto y camina hacia
el Olimpo. Los dos detectives se entretienen en el camino intentando conjurar
ropas apropiadas y depurando la inestabilidad onírica que habían ido acumulando
a lo largo de la larga tarde.
Von Aachen es el primero
en llegar al Olimpo. Empujando sus pesadas puertas de oro, logra atravesar el
umbral y entrar en la residencia de los dioses, donde unas ninfas le ofrecen
ambrosía y dulces. Sin mucha dilación, pregunta a unos seres encantados el
camino hacia Zeus. Le indican una intrincada escalera de caracol. Los
detectives convocan al Pegaso para acceder al Olimpo, si bien el animal
mitológico, incómodo por obedecer a simples mortales, los desmonta al llegar y
los pjs reciben traumatismos de diversa consideración al caer. Sin sentirse
dignos para atravesar el portón de la entrada, los pjs esperan su momento para
introducirse subrepticiamente en la morada divina, y lo logran finalmente
siguiendo a un centauro. Una vez dentro, Riconda convoca unos ropajes que lo
asemejan a Hércules, y vestido como tal (aunque sin la musculatura acorde),
sube las escaleras para encontrarse con Zeus.
La batalla de los
Dioses
El rostro de Zeus es, sin duda, el de Gregor Tesaloniko. El
psicólogo y el detective italoamericano se postran a sus pies mientras el Padre
de los Dioses les confiesa su preocupación: al parecer los Titanes están
preparando una redada para detenerlo. Los pjs aprovechan su estado febril de
agitación para lograr convencerlo de que les entregue la combinación de la caja
fuerte. Von Aachen explica que la necesita para poder entregarle un regalo a su
prometida. Zeus, portador del rayo, acepta sus explicaciones y los teleporta al
piso inferior, donde aparecen frente a una enorme Esfinge tras la cual se
yergue una enorme caja fuerte de varios metros de diámetro. La Esfinge, fiel al
estilo directo de Gregor Tesaloniko, no les pide resolver un enigma para
entregarles el secreto de la caja, sino tan solo que prueben su valía
venciéndola en un pulso.
Entretando, Chasegate ha aprovechado para
curar sus múltiples heridas y en lugar de ascender las escaleras, se concentra
en los curiosos mosaicos que decoran las paredes del Olimpo. Son
representaciones idealizadas de la vida de Gregor. Un Tesaloniko desnudo e
hipermusculado derrota enemigos y policías con su lanza. Siguiendo esa
historia, Samuel encuentra la escena donde el mafioso perdona la vida a su
compañero. No pudiendo resistir la tentación de saber qué es lo que ocurrió
realmente, dobla la esquina para investigar el mosaico final, tan solo para
verlo protegido por un gigantesco minotauro armado con un hacha de dos manos.
Von Aachen se transforma en un gigantesco
hoplita, y junto con Riconda, que ataviado con el disfraz de Hércules increpa a
la esfinge que suyo es el poder del hijo de Zeus, intentan doblegar el brazo
del guardián. Entretanto, el sufrido detective invoca un magnum 44 mientras
apunta al minotauro espetándole un “alégrame el día”. La criatura carga contra
él mientras Chasegate dispara una y otra vez su revólver.
Los laureles de la
victoria
Chasegate logra acabar con la bestia mitológica y ayudado con
una antorcha contempla asombrado el mosaico que explica por qué el gangster
perdonó la vida a Riconda. La sorpresa es tal que la antorcha cae al suelo.
Cuando la recoge, aparece frente a la caja fuerte gigantesca, donde la pareja
de pjs restante acaba de doblegar a la esfinge, que desaparece con una
llamarada. Los pjs caminan hacia la caja fuerte, que se abre ante sus pasos,
mostrando un papel con una combinación. Pero antes de cogerla, un estruendo
resuena a sus espaldas: se trata de Zeus, que acaba de entender que ha sido
objeto de una burla. Mientras lanza su moral rayo, los pjs alcanzan el pedazo
de papel, y despiertan en el mundo real.
Con la combinación, los pjs
corren hacia su coche y vuelven a entrar en el casino ilegal, como hiciera
Chasegate hacía unas pocas horas. Allí, en el despacho de Gregor Tesaloniko,
abren la caja fuerte encontrando el collar de perlas. Es el momento que
aprovecha Samuel para contarle a Riconda qué sucedió realmente cuando entró en
el despacho. Bajo el pesado escritorio de roble, se escondía el hijo de cinco
años de Gregor Tesaloniko. Un momento antes de apretar el gatillo, su mirada se
cruzó con la de su hijo, que silenciosamente giró negativamente con la cabeza. Y
el gánster sanguinario dejó caer su arma.
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